martes, 3 de marzo de 2015

Leonor de Castro

Otra dama Castro, muy distinta a la anterior, llegó desde Portugal a la corte imperial acompañando a su señora. Y, cómo no, también pasó por Madrid y su real Alcázar. 


Leonor de Castro Mello y Meneses (Portugal, 1512 - Gandía, 1546), IV Duquesa de Gandía, perteneció al cortejo de la emperatriz Isabel de Portugal como camarera mayor e íntima amiga suya. Integrante de la alta nobleza portuguesa, era hija de Álvaro de Castro "el Viejo", Capitán-General de África del rey Manuel I de Portugal y de Isabel de Mello Barreto y Meneses. Su hermano, Rodrigo de Castro, fue gobernador portugués de la plaza fuerte de Safí (Marruecos).

Durante 1529 tuvieron lugar las negociaciones para acordar su boda con Francisco de Borja -quien un año antes había entrado al servicio del emperador Carlos I de España como caballerizo mayor de Isabel de Portugal- a pesar de los planes iniciales que tenían sus padres, los duques de Gandía, de desposarlo con doña Aldonza de Cardona


El emperador, representado por su mayordomo Pedro González de Mendoza, negoció en nombre de doña Leonor, instando al duque de Gandía a que aceptase sus condiciones. Tras pactar todos los detalles, los esposos se pudieron reunir en Toledo en agosto de 1529. Pocos días después, Isabel de Portugal escribió al Duque de Gandía que se alegraba enormemente por el casamiento de su hijo con su dama, y le ofrecía concederle las mercedes que pudiese.

El alcázar de Madrid. Dibujo de A. V. Wingaerde /J. Hoefnagel. 1549
El matrimonio finalmente se celebró en 1529, en el real Alcázar de Madrid, como muestra del gran aprecio de los monarcas por la feliz pareja. Francisco y Leonor no tardaron en tener una amplia familia, cinco varones y tres mujeres: Carlos en 1530, Isabel en 1532, Juan en 1533, Álvaro y Juana Francisca en 1535, Fernando en 1537, Dorotea en 1538 y Alonso en 1539.

En 1539, doña Leonor acompañó a su esposo en el entierro de la emperatriz, fallecida estando embarazada de su sexto hijo en el palacio toledano de los condes de Fuensalida, ya que era su camarera mayor. El emperador, desgarrado por el dolor de la pérdida, se retiró por un tiempo al monasterio de Santa María de la Sisla. Su hijo, el príncipe Felipe, futuro Felipe II, fue el encargado de presidir el cortejo fúnebre hasta la Capilla Real de Granada, donde sería enterrada la soberana. Francisco de Borja dirigió la comitiva como caballerizo mayor de la difunta.

Cuando llegaron a la Capilla, hubo de dar fe a los monjes de que el cadáver que entregaba para enterrar era el de la emperatriz, por lo que se abrió el ataúd. Ante la visión del cuerpo de Isabel, en avanzado estado de descomposición, Francisco sentenció: 
No puedo jurar que esta sea la emperatriz, pero si juro que fue su cadáver el que aquí se puso. Nunca más serviré a Señor que se me pueda morir.
Según se dice, este fue el suceso de conversión que le inclinó a la vida religiosa, de la que mostraría gran capacidad como maestro espiritual de las mujeres de la familia real de los Habsburgo españoles, como ocurrió con doña Catarina de Austria, reina de Portugal y su nuera y sobrina Juana de Austria.

Palacio Ducal de Gandía, casa
natal de Francisco de Borja.
Leonor pasó sus últimos días en el monasterio de San Jerónimo de Cotalba, muy cerca de Gandía. En ese lugar falleció el 27 de marzo de 1546. Su esposo, sumamente entristecido, renunció a sus bienes y posesiones en favor de sus hijos, cediendo los títulos nobiliarios, y marchó a Roma en junio de ese mismo año. 

Decidió ingresar en la recientemente fundada Compañía de Jesús. Por su linaje y posición en la corte, inmediatamente se le ofreció el título de cardenal. Francisco no quiso aceptarlo, pues prefería vivir el resto de su vida como humilde predicador itinerante.


En 1554 llegó a ser comisario general de los jesuitas en España, y en 1565, a la muerte del P. Laínez, General de la Orden, hasta su fallecimiento el 1 de octubre de 1572, a los 62 años de edad, en Roma. El Papa Clemente X le canonizó en 1671, tardíamente en comparación con San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier (1622). Hoy en día es santo patrono en España de la nobleza y la cetrería y de las ciudades de Gandía, Valencia y Bonares.

El linaje de los Borja (Borgia, en Italia) ha dado al mundo santos como Francisco, papas como Calixto III y Alejandro VI, malvados y personajes de leyenda como César y Lucrecia Borgia.

San Francisco de Borja, por Alonso Cano.
Museo de Bellas Artes de Sevilla.

4 comentarios:

  1. Hola Antonio:
    Una biografía fascinante, en la que no faltan ni emperadores, ni nobles, ni santos (por cierto, una preciosidad el cuadro de Alonso Cano que incluyes al final, no lo conocía). Eran matrimonios de conveniencia, en los que era difícil que surgiera el enamoramiento, aunque, tanto en el caso de Isabel-Carlos como el de Leonor-Francisco, sí que parece que hubo amor, y mucho.

    Abrazos, Jesús

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    1. Hola Jesús, ya lo creo que había amor, y mucho, y también suerte, porque traer al mundo 8 hijos en aquella época y no quedarse en el camino, como le sucedió a su amiga la emperatriz, era un milagro. Parece mentira que San Francisco de Borja tuviera antepasados como Alejandro VI o sus hijos César y Lucrecia, aunque los historiadores traten ahora de rehabilitar a esta última.
      Gracias por tu comentario y un abrazo.

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  2. Ay, Antonio, lo cuentas de una forma... que da pena que se termine la historia. Es muy interesante conocer todos estos personajes, en cierto modo "secundarios", pero tan importantes. Es la vida en la Corte, que ya sabes que me encanta :) pues tiene un lado muy "literario".
    Una abrazo

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    1. Hola Mercedes, ya se que te encanta "la vida en la corte". Todavía queda otro personaje, una auténtica "musa", que veremos pronto. Lo que ocurre con la mayoría de estos secundarios es que sus cónyuges son los verdaderamente conocidos. Este Francisco de Borja, ya viudo, fue enviado muchas veces a Lisboa por Felipe II en misión diplomática para despachar con su tía Catalina de Austria. Quien sabe si su boda ya se preparó pensando en el futuro.
      Un abrazo.

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